viernes, 26 de noviembre de 2010

Desde Europa (4)

La voluntad de dominio es más profunda que la libido. El complejo puede ser de Urano, de Crono, de Procrustes, de Ixión… La madre, los otros, la comunidad. Voluntad de poseer, de ser el amo, el padre, el rey, el dueño (el señor).

En el caso Crono, el arma es la castración. El instrumento, el arma misma, es la castración del padre. Se deviene padre que ya no reprime el nacimiento de los hijos, pero los suprime nada más nacer: los consume, los asume, los asimila. No son los hijos rostros del padre, sino el padre el rostro de los hijos. Los monoteísmos, los monismos. Las dictaduras, las tiranías políticas, religiosas, filosóficas (Platón, Marx).

La hibris, la negación de la estructura olímpica (plural), de las diferencias, de los otros. La parte por el todo. Sus distintos modos de dominio (estrategias de dominio).

No es el sí mismo (la virtud propia) el obstáculo al goce místico, sino el sí mismo del otro (del Padre, del Amo, y éste como Urano, Crono, Procrustes, Tifón…).

La negación del otro, la voluntad de negar al otro. La castración del otro; quitarle, restarle fuerza. Calumniarlo, mancillarlo. Las estrategias de poder en las religiones de salvación.

La naturaleza íntima. La cultura como instrumento de dominio; como represora, supresora, depresora de la virtud propia. Culturas (entornos) que obstaculizan, culturas que canalizan y hacen posible.

La multiplicidad afirmada, condición de la religión olímpica. El hijo no duplica al padre. Los ojos, las miradas, los rostros del padre. Los modos de la potencia. Los hijos, la multiplicidad. El centro no se dice sino como síntoma. La pluralidad de formas.

Heracles, su nacimiento alegórico de Hera (cuando se le reconoce). Su casamiento con Hebe, la doncella. Heracles como modelo de ciudadano, como hijo perfecto.

El complejo de dominio y sus síntomas. El análisis pagano.

El complejo de dominio no es un pecado original, no es un obstáculo, sino una condición.

Situar el Edipo en la periferia, como síntoma, representación. En el centro, el complejo de dominio, los complejos de dominio.

El conflicto es de dominio. Lo sexual es metáfora. La voluntad de ser el padre, el amo, el señor.

Zeus, la idea de Zeus como esposo. El culto a Zeus comienza en Creta, según el teologema de su nacimiento.

Foroneo fue, al parecer, el primero que dio culto a Hera. Asimismo, fue el primero que defendió a Hermes ante los hombres. Foroneo es un ángel, un mensajero, un portador de noticias. Foroneo también vio el fulgor, la gloria de Zeus.

La discusión está entre monismos y pluralismos. Los monismos son regresivos. Padre Urano o Crono. Represor y supresor, respectivamente.

En realidad, el extático aún no ha (re)nacido, o (re)nace prematuramente por la vehemencia de la ‘madre’ (por ver al padre, al esposo; ver al que la visita, Zeus). El extático ha de terminar su periodo embrionario en el interior de Zeus.

Los mitos evocan el conflicto, lo suscitan; tonifican y sitúan al sujeto en una búsqueda de su mito (de su complejo); el nodo familiar, social, histórico, que lo condiciona. En lo grande como en lo pequeño. Dentro y fuera.

En el éxtasis como unificación del sujeto (de los yoes), el sujeto (como renacido) dice que Cristo, o Buda, ha nacido en él. La conciencia unificada, más bien tomada, poseída por un yo ajeno que ha devenido dueño absoluto de la persona, y que la usa como vehículo de transmisión (el horrible modo de inmortalidad de sus prototipos). Goce en la sumisión, goce en la humillación. Voluntad de nada, auto-castradora, el sujeto des-realizado.

El místico ignora radicalmente su conflicto, la certeza en su posición le hace inaccesible al auto-análisis o al análisis. No se ve tras los símbolos. El sujeto pierde su rastro.

Su verdadero sí mismo se le oculta, ha sido ocupado por otro. El sujeto incubaba otro ‘yo’ que ha devenido amo absoluto. El caso del cuco.

La salvación; la coartada de los salvadores. Lo que hacen es salvar al sujeto de sí mismo, ocupar su lugar. El caso del virus. Se introduce en el nucleosoma, en la conciencia, busca reproducirse él mismo. El sujeto construye con sus propios materiales (los que le darían vida) un monumento a otro; lo construye, lo realiza, le da vida, lo da a luz (el renacimiento místico). El prototipo como padre, esposo, e hijo.

La conciencia olímpica. El padre Zeus. Hay muchas madres, muchos soportes, muchas conciencias-sujetos. En la estructura olímpica lo por nacer es ignoto, está por devenir; el renacido no reproduce a nada ni a nadie, no es igual más que a sí mismo.

Narciso, la narcosis del sujeto.

Unificación del sujeto plural. Necesidad de terminar la formación. Zeus templa la ambición de poder de los hijos. En la espiritualidad pagana, el re-nacido no es como el padre, no quiere ocupar el lugar del padre.

‘Para que mi reino se cumpla, todos han de ser como yo’. Unificación sutil o violenta de la multiplicidad en los monismos. Visiones de Tifón.

Zeus supone la multiplicidad, la heterogeneidad auténtica. Dioniso, el extático pagano, el que, siendo dios, se ofrece en libación a los dioses.

En el caso judeo-cristiano, o budista, sólo se salvan Jesús, o Buda. Padre, esposo, hijo. Una voluntad de eternidad cumplida gracias a los demás, a pesar de los demás. Cuando estos modelos (narcisos) triunfan -ocupan el lugar del padre-, frustran el nacimiento (el re-nacimiento) del sujeto. Le escamotean la corona propia al sujeto.

Los monoteísmos también escamotean la corona de Zeus, la corona de la pluralidad.

Zeus como padre y como esposo (idea fecundadora, generador), mas no como hijo.
Eliminar el lugar del padre, dejar el lugar del padre vacío, es posibilitar la intrusión de pretendientes; es dejar a la sociedad, a la comunidad, a la cultura, sin defensa, fácilmente atacable y dominable.

Puede suceder que criaturas del Tártaro tomen el Olimpo, eventualmente vacío.

La voluntad de nada (el principio de Nirvana) también quiere el poder. Los sacerdotes y su falsa renuncia al poder. Negación del padre en el budismo, ocupación del lugar del padre en la tradición judeo-cristiana-musulmana. El sacerdote como padre, como representante inmediato, y único, del Padre simbólico (de la ley, del discurso).

Es un milagro que la cultura dominante no impida la realización del sujeto, no procure des-realizarlo (para dominarlo mejor o ponerlo a su servicio). Todo monismo es radicalmente alienante, procura ocupar la ‘x’ del sujeto; ocuparlo, usarlo.

La espiritualidad está ligada a la creación. Son vicisitudes de la creación. El goce misterioso es el goce creador.

En el espacio olímpico, el otro es otro.

La doble hélice. El sonido y el sentido. Zeus, el polifónico Zeus. Europa, la de amplio rostro.

Desde Europa (3)

Rememorar. Reaccionar. Acordar. Acordarnos de Ares, de Hermes, de Eros-Afrodita, de Apolo, de Dioniso, de Atenea, de Hefesto, de Artemisa; de Deméter-Hera-Hestia; de Zeus, el oculto. La religión olímpica no como balbuceo, sino como cima espiritual.

Urano y Crono son dos polos de tensión entre los que se sitúa Zeus. Urano teme el movimiento, y Crono es todo movimiento y muerte. Zeus es el centro perfecto. Situado exactamente entre el mundo del ser y el mundo del devenir.

El hechizo monoteísta, dualista; sus víctimas.

Una trampa mental para capturar incautos. La caza de la perdiz. Las religiones de salvación. La hemiplejia, la castración. El canto seductor.

Los dioses como ideas fecundadoras.

Un nuevo comienzo, un nuevo ciclo. Deucalión y Pirra. Segunda oportunidad, segunda belleza.

El olimpismo es la ortodoxia de amplio seno, reflejo de lo real.

Zeus; ‘aquello’ que quiere y no quiere ser invocado con el nombre de Zeus.

En los monismos, la perfección es la adecuación a un modelo. La copia, la clonación, la alienación.

Para comprender mejor el delirio monoteísta hay que incluirlo en una estructura politeísta, como oposición a un sistema plural. Como las tiranías en el seno de repúblicas democráticas. Siempre se actúa con una reducción-simplificación excesiva de la multiplicidad. Los místicos iniciadores y los tiranos tienen en común su horror a la multiplicidad. La invención del modelo. La perfección como adecuación a ‘un’ modelo. Comienza la comedia, el esperpento.

En los constructos politeístas se advierte una evolución, una reelaboración incluso; cambios y ampliaciones pertinentes de acuerdo con el devenir, y la aceptación, el reconocimiento de nuevos modos.

El simbolismo de la lucha y reelaboración de la estructura en las viejas religiones (sus mitos), como la sumeria o la egipcia. El cierre, en su momento, del panteón. Dioses tardíos, en Grecia, el caso dionisiaco. Son sistemas críticos, dinámicos, abiertos.

En las revelaciones monoteístas (incluido el budismo), todo se simplifica burdamente. Como son inevitables las diferencias, comienzan las hetero-doxias. Eteocles y Polinices. Sectas, hetero-doxias, en realidad son híbridos, centauros. Ni una cosa ni otra. Ni la visión del creador, ni la propia. El valor de Padre, de creador, del primero, es discutido (se le niegan las partes del sacrificio a Edipo –en Sófocles), se le escamotea lo debido al iniciador. La historia de las religiones de salvación es absurda. Cómo se escinden los monismos religiosos, filosóficos, políticos.

Freud está superado, Marx está superado. Esto, en boca de marxistas y freudianos ¿qué significa? Los herederos de Edipo luchan por Tebas. Guerras en las que no hay que intervenir.

Narciso, Buda, Jesús, como modelos irrepetibles, imposibles de ‘poseer’. Engaño, ilusión, en la interpretación de la experiencia mística de los seguidores de estos iniciadores. Buda en mí, Cristo en mí… ‘Ya no yo, sino Cristo…’. La alienación más brutal.

Platón, sin llegar a la aberración cristiana o budista (‘Yo soy el modelo’), en su teoría del amor, presupone al amado como vacío y al amante como instructor, como formador. El amante lo llena, lo penetra en todos los sentidos. Lo instruye, lo forma, lo informa; lo posee.

En el caso budista o cristiano, el amado es el instructor, el informador, el esposo. Aquí, el iniciador, actúa de padre, de esposo, y de hijo. El sujeto (el amante) no existe sino para dar a luz a Buda, o a Jesús.

Narciso sólo ama su imagen.

Zeus nace en un lugar donde ningún objeto proyecta sombra. La idea de Zeus. Infancia y primeros años de Zeus. Mayoría de edad. Lucha contra Titanes, derrocamiento de Crono. Lucha contra Tifón.

Tifón es quien ahora tiene el poder, la onda esclavizadora, monoteísmos por doquier; aggiornamento, puesta al día de las religiones de salvación.

Los monoteísmos son regresivos con respecto a las estructuras múltiples, éstas son progresivas y semiabiertas. Los monoteísmos son regresivos y cerrados. Son retornos a formas de sociedad, o comunidad, de tipo uránidas o crónidas, de carácter dictatorial y opresivo.

El lenguaje olímpico habla de todos. Procura abarcar el mayor número de posibilidades. En las religiones de salvación, todos somos reducidos a una sola posibilidad.

La unidad de la multiplicidad, la auténtica, sólo se puede producir en contextos plurales de hecho, y de derecho. Hay una unidad de la multiplicidad ficticia en las religiones de salvación, pues parten de la ausencia de la misma. Todos somos iguales, respondemos a un patrón, somos buenas o malas copias. Urano, Crono, Procrustes. Dráculas, vampiros; zombis, clones.

Los ‘renacidos’ místicos en las religiones de salvación (en realidad zombis, clones, muertos vivientes) se convierten, a su vez, en comedores de cerebro, en comecocos, en virus.

Cuando X quiere que todos seamos X. La atrofia, el sentimiento de falta; órganos inutilizados, virtudes sin objeto. La angustia. Hermes, Ares, Eros… Cuando domina Tifón.

Nuestras facultades se ven mermadas en los monoteísmos (monismos) que surgen. La homologación.

Por el contrario, hay mundos omnicomprensivos que dignifican, ensalzan lo real. Vivir bajo ideologías monistas es ruina e inagotable fuente de contradicciones.

La transfiguración. Teoría y práctica. Deducir la teoría de la práctica, y no reducir la práctica a cualquier teoría.

La teoría, la visión olímpica, se deduce de lo real. Lo real transfigurado, sublimado.
La nobleza, la bondad, la verdad de la teoría olímpica. Terrible bondad.

Lo primero, plantar el árbol de las Hespérides.

En Narciso no hay autocrítica o autoanálisis, hay contemplación y embelesamiento en la propia imagen. Los divinos narcisos (en Sor Juana Inés de la Cruz), los narcisos sobresustanciales (en F. de Aldana). Cristos o budas.

La moral como supuesta, y no como impuesta al sujeto. La moral, esto es, el género de vida, la conducta, el hacer.

La moral como soporte. Cuando una moral, no deducible de la conducta, se impone como soporte. Los monismos de todo tipo (morales ideales). De nuevo Procrustes.

Modo fundamental de predicación, apostolado, expansión de los monoteísmos: la negación del otro. Al otro no se le supone moral, esto es, conducta o hacer propios; se le niega el ser, es considerado sujeto vacío y listo para recibir su mensaje, para ser llenado con su discurso.

Las ideologías de salvación, religiosas o políticas, son radicalmente alienantes.

La estructura olímpica, y el corpus mítico, son arco y flechas. Un arma, un instrumento. Es también, en otro orden de cosas, la rama de Salzburgo.

Los mitos son situaciones que ya han sido, ya son, ya serán. Son eternos.

El adulterio de Clitemestra es el principio del fin. En ausencia del esposo. El esposo, la idea de Zeus.

Cuando al otro, o a los otros, se les considera como embriones de uno mismo, como estados imperfectos de uno mismo. La actitud de los prototipos-virus, sus modos de expansión.

El árbol de las Hespérides, el árbol de la vida, el árbol del conocimiento.

La estructura olímpica es un severo control del ‘Edipo’ (la voluntad de dominio de todo lo viviente). La voluntad de dominio es la esfinge, el enigma.

Edipo es un caso de voluntad de dominio, están también Ixión, Egisto… El complejo de dominio y la necesidad de controlarlo. La metáfora sexual es fundamental. El lenguaje trágico-erótico.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Desde Europa (2)

Una de las técnicas de dominio de los monismos es el maniqueísmo, la reducción de la multiplicidad a un ‘uno’, con el que ellos previamente ya se han identificado, al tiempo que convierten todo lo otro en el enemigo, en aquello que debe ser combatido, eliminado.

La contemplación de estas ideologías, su manía de crucificar a toda la comunidad, de reducirla a su signo, a su cruz. Esta contemplación produce dolor. Ciertamente, es al Zeus Olímpico a quien veo crucificar por las calles de la ciudad, y es la madre Hera-Europa, la que clama por la totalidad de sus hijos. Es el mensajero de todo otro discurso, los hijos-hermanos no gratos al siniestro esposo… ellos son los crucificados. La Pasión de Europa.

Desplazar al monismo judeo-cristiano –y su influencia- del centro a la periferia (lejos y fuera), y colocar en el centro de la cultura europea al Zeus olímpico. Cuidado con los ixiónidas (su astucia). Fidelidad de Europa a Zeus. Bodas de Europa y Zeus. Vuelta al lugar del origen. Retorno. Recuperación de Europa.

El encuentro del esposo adecuado en Zeus (y los olímpicos), es perfecto. No se produce una constante sustitución de esposo. Se le tiene como centro sin par, lugar que no puede ocupar otro sino él. Un esposo-padre que no excluye a ninguno de sus hijos, que no se identifica con ellos sino como causa, que no puede ser sustituido por ninguno de ellos (so pena de incesto). El Zeus olímpico templa la ambición de poder de los hijos, de Ares, de Hermes, de Dioniso… La soberanía descansa en un símbolo inefable, sin rostro definido, padre de las diferencias, de las multiplicidades, que no puede ser identificado con ninguna de ellas. La esposa, la diosa de muchos nombres, da a luz a los dioses, las constantes del devenir, lo que no cesa. En los olímpicos, Dioniso, el extático, no viene a ocupar el lugar del padre, sólo quiere ser reconocido como nuevo dios, hijo legítimo de Zeus.

La actitud de Hera (la de muchos nombres). Su reserva y actitud con estos hijos, como el ponerlos a prueba (Heracles, Dioniso). Cuando la comunidad dice sí, y el rey dice no (Penteo, Licurgo…), no reconoce los signos. El viejo rey (Cadmo) y el adivino Tiresias, re-conocen al dios nuevo (y último de los olímpicos). Cuando la reina-comunidad adultera (Pasífae, Clitemestra). Cuando se ambiciona a la reina-madre-comunidad, Ixión y Néfele, la facción, el nacimiento de híbridos. El caso, tardío, del pseudo-orfismo, y su tendencia al monoteísmo.

El misterio erótico, el matrimonio sagrado, la hierogamia. La hermana-esposa, el hermano-esposo. Los hijos, la hermandad, la filia (Hestia). Los límites de la ambición, relaciones prohibidas (Hera, Hestia), figuras y caminos prohibidos; transgresiones, situaciones previas a la trasgresión; si eslabón o cadena, si excepción y vuelta a la norma, si ruptura.

Lo individual y lo colectivo tienen el mismo tratamiento alegórico. La fórmula olímpica y los reinos, los hombres y mujeres del reino, sus relaciones con la comunidad, Hera (y Hestia), con la madre; su respeto a la norma, su grado de hibris, de voluntad de poder; si ambiciona el reino, ser el padre, el esposo, el rey. En los dioses (hijos de Zeus), están cifradas la multiplicidad de la comunidad, de la ciudad, de la Madre. Lo que vale para Zeus, vale para los hijos (no pueden ser sustituidos, cuidado con las imposturas).

La fórmula olímpica presupone a los esposos, no sólo un padre y una madre; es una alianza entre la comunidad (Hera), y el esposo idóneo (Zeus).

En el caso judeo-cristiano, es uno de los hijos (siguiendo el ejemplo de Akhnatón) el que asume el papel de padre-esposo. La alianza entre el pueblo y su dios-padre. Jesús no es más que la encarnación (entiéndase bien) de la idea mosaica del dios-padre, en este caso del esposo. Consecuencia de la ‘muerte’ (asesinato) de Zeus-Amón en el Sinaí y del nacimiento del dios de la tradición judeo-cristiana. La suplantación del padre por uno de sus hijos. La impostura judeo-cristiana, la quimera judeo-cristiana. La fuerte agresión al Zeus total, a la multiplicidad; la hostilidad a las diferencias, a los otros. Hurto de la madre-esposa, la falsa madre en el cristianismo; la madrastra, la esposa-madre Néfele; el falso modelo de comunidad, de madre, de Hera-Europa. María, la falsa madre-comunidad; el esposo, el falso padre-Zeus.

El asesinato del padre (Amón) perpetrado en el Sinaí (aunque ya antes con Akhnatón). No es Moisés el padre asesinado (como pensó Freud), sino el hijo asesino, el que prefigura el modelo del dios monoteísta, y prepara su ‘encarnación’.

El Olimpo está enladrillado por el cielo judeo-cristiano, un cielo lleno de castrados.

El amor judeo-cristiano, la hemiplejia de Eros.

Sólo desde el interior de la estructura olímpica (politeísmo), desde su simbología implícita, y su sentido social y comunitario, es posible ver la actitud judeo-cristiana como una agresión sin precedentes contra la misma. La casta sacerdotal ocupa el lugar del padre, desdiviniza a los hermanos, y los sitúa bajo su poder (el sueño-deseo de José). En el caso de las monarquías cristianas medievales (en Europa), la misma monarquía está subordinada a la casta sacerdotal (a Ixión). El siniestro Padre-esposo, se convierte en la cima, en el centro de la estructura social. Las consecuencias psicológicas y conductuales en la historia de la Europa no pagana, no autóctona, judeo-cristianizada. Castración, alienación, crucifixión de los otros.

Mientras no se solucione el problema ético-religioso (el soporte) de Europa, ésta se verá acosada por pretendientes (ideologías político-religiosas, líderes religiosos extraños). Mientras tanto, el viejo esposo y Néfele-María están al acecho. Prometeo. Solicitar de nuevo la mano de Europa para Zeus, de esto se trata. Retorno al principio, al origen. El hombre Prometeo.

El Dioniso olímpico no se erige en el unigénito, o en el único paradigma posible, en la única posibilidad, en el modelo a imitar por todos, negando así toda diferencia. Con todo, al Dioniso olímpico se le hace nacer prematuro, se le hace terminar su gestación en el muslo de Zeus, es el último en ser aceptado. Dioniso, el extático, acepta su condición de prematuro, de tener que asimilar la comunidad olímpica, de tener que entrañarse en ella, de ser uno más de los rostros de Zeus.

Desde Europa (1)

I













Eros, el rostro más amable de Zeus, tuvo por compañera a Penia, de esta unión nació Poro.

Los dioses, los olímpicos, son las constantes del devenir; lo que no cesa.

La sabiduría de Atenea. El afecto de Eros-Afrodita. El ingenio de Hefesto. La pujanza y combatividad de Ares. La pureza de Artemisa. La claridad de Apolo. La cautela y discreción de Hermes. El entusiasmo de Dioniso.

El amor es síntoma de plenitud. Ama quien tiene.

Hay que tener cuidado. El amante en solitario, el que sólo ama su imagen (Narciso, Platón, Jesús, Buda…); quiere duplicarse, replicarse, pero para ello tiene que negar al otro.

La búsqueda del dios escondido (en el politeísmo), del amor escondido, de la belleza escondida; del discurso escondido y propio.

Los mitos (griegos y demás) como lugar de encuentro, como lugar donde encontrarse; el lugar donde uno se encuentra.

Los amantes irradian luz, claridad, nobleza, belleza, pureza. Los que aman son más puros, y más bellos, más buenos, más verdaderos. Eros es, también, el gran unificador.

Nuestra naturaleza, nuestro ser, nuestra virtud, nos la revela Eros en la naturaleza de lo amado.

En la amistad como en el amor.

En la estructura olímpica, ningún dios representa, o sustituye, a Zeus. Zeus es el lugar del padre; el nudo inefable, sin rostro definido, innombrable; el oculto.

Eros es el pastor, y su función consiste en reunir a los semejantes para que no anden dispersos. Los semejantes se acogen bajo la sombra del dios o dioses que le son propios y propicios. Allí los amantes se encuentran. Hijos de Ares, de Hermes, de Apolo… Zeus los cría, y Eros los junta.

La virtud es un modo, un aspecto de Zeus; un logos, un mensaje-mensajero. Se despliega, se realiza en el sujeto. El sujeto es la expresión de su virtud, el cómo de ese qué. Su virtud le impele, le empuja hacia la fuente propia y la común; hacia su familia, y hacia la gran familia olímpica.

Zeus es el principio fecundador y plasmador. Ningún dios (hijo) le puede suplantar, ocupar su lugar (el lugar del padre). Zeus, como dios, no está definido. Zeus no es Eros, ni Hermes, ni Ares, ni Dioniso…

Hera (la de muchos nombres) es alegoría del grupo, de la comunidad como madre (Hestia es la comunidad como familia). Nadie, salvo Zeus, puede tocarla. En la comunidad, el rey y la reina simbolizan este matrimonio sagrado, la hierogamia. Mitos de trasgresión: Ixión, Edipo, Pasífae…

En el monoteísmo se comete el crimen de Edipo. Se ocupa el lugar del padre. Se identifica al padre con uno de los hijos, generalmente el extático (el caso Jesús en la tradición judeo-cristiana, o Dioniso, en el pseudo-orfismo griego). El resto de los hermanos (dioses) son negados, o singularizados en el adversario. El hijo que ocupa el lugar del padre se convierte en el esposo de la comunidad (Hera, la de muchos nombres), de la reina. El caso de Ixión y Néfele, el falso esposo, la falsa comunidad (ésta como modelo). Zeus no puede ser identificado con ninguno de sus hijos.

Los hijos de Zeus son las constantes caracterológicas o conductuales más persistentes en la comunidad, lo que no cesa. Identificar a Zeus con uno sólo de sus hijos es negar y alienar al resto del grupo; reprimir, castrar a los hermanos. Negar a uno de los dioses es negar a un sector de la comunidad.

Akhnatón, Moisés. La ‘muerte’ del padre Zeus, de Zeus-Amón. El crimen de Edipo. Moisés (y Jesús) como Ixión, su modelo de Hera (de esposa, de comunidad) es una nube, una impostura, una ficción, e híbridos sus hijos.

La cultura politeísta posibilita la génesis de la órbita propia. Los monismos (tradición judeo-cristiano-musulmana, hinduismo, budismo y demás), caso de no coincidir, castran, alienan. Sólo en el seno de culturas politeístas es posible dignificar y conciliar a los diferentes.

No ya la dicha de saberse diferente sino, sencillamente, de saberse; esto es lo que trata de impedir todo monismo, que el sujeto se produzca. La heterodoxia es un fenómeno que sólo puede producirse en el seno de monismos políticos o religiosos (los hijos de Edipo).

La búsqueda del esposo adecuado (Gea-Urano, Rea-Crono, Hera-Zeus). La tragedia erótica, su sentido. Zeus no niega a los hermanos (Hera, Hestia…), sino que los trae a la luz. Hay numerosos pretendientes, pretendientes no convocados. Sólo tienen voluntad de padre, de esposo, de fecundador. Los edipos, los ixiónidas. En el mito de Heracles (la gloria de Hera), éste desanuda (el nudo de Heracles), desciñe el cinturón de Hera para Zeus, la desinhibe. Prepara a la esposa para el esposo. No es él el esposo, no viene como esposo, como fecundador, sino que propone al esposo, a Zeus. Solicita la mano de Hera para Zeus. Zeus, el oculto, que no puede ser nombrado, que no puede ser identificado con ninguno de sus hijos, que ninguno de sus hijos puede pretender ser el rostro exclusivo del padre.

Hay en la raíz de todo monismo un movimiento de rencor hacia los hermanos, hacia los otros. Se quiere dominarlos, doblegarlos, humillarlos; ése es el sueño judeo-cristiano (el sueño-deseo de José). Todo lo otro es singularizado en el adversario. El hijo, un hijo, uno de los hijos o rostros de Zeus, toma el lugar del padre, del esposo, del rey. No hay piedad, ni compasión, en la tradición judeo-cristiana-musulmana (o en el hinduismo, budismo y demás), sino rencor hacia los otros.

La comunidad que traiciona al esposo-rey actúa como Pasífae. Aquí se requiere la intervención de Dédalo, es preciso crear un artificio para que la cópula pueda ser realizada, un disfraz, un simulacro. La esposa se disfraza, simula ser de la misma naturaleza que el impostor. También aquí lo nacido es un ser híbrido.

Por lo que respecta a Europa, en estos momentos se encuentra sin esposo. La joven Europa no quiere saber nada del viejo esposo Ixión y de la esposa Néfele. Del interior y de otros reinos le vienen pretendientes no convocados. Tumultuosos pretendientes que la acosan y perturban la paz del reino.

Ciertamente que Europa necesita un esposo. Mas no un esposo que impida el nacimiento de sus hijos, o que los devore nada más nacer o que, como Procrustes (Procusto), los reduzca a un modelo único.

Muchos son los enemigos de Zeus. Todos quieren ocupar su lugar, el lugar del padre. Todos quieren ser el esposo. La comunidad desposada con Zeus es intocable, ninguno de sus hijos puede pretenderla. Todos están suscritos al padre-esposo-rey. Contra lo ajeno, lo extraño, la monarquía olímpica está provista de mitos antígenos (podríamos decir) que detectan la quimera, se acoplan al modelo de pretensión. Ixión, Edipo, Tifón, Pasífae, Clitemestra, son modelos de trasgresión de la estructura olímpica, de la fórmula olímpica. Estos mitos detectan al pretendiente, al impostor (la pretensión, la impostura); anuncian males.

Desde Europa (portada)

Manu Rodríguez


















Desde Europa

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