jueves, 25 de noviembre de 2010

Desde Europa (1)

I













Eros, el rostro más amable de Zeus, tuvo por compañera a Penia, de esta unión nació Poro.

Los dioses, los olímpicos, son las constantes del devenir; lo que no cesa.

La sabiduría de Atenea. El afecto de Eros-Afrodita. El ingenio de Hefesto. La pujanza y combatividad de Ares. La pureza de Artemisa. La claridad de Apolo. La cautela y discreción de Hermes. El entusiasmo de Dioniso.

El amor es síntoma de plenitud. Ama quien tiene.

Hay que tener cuidado. El amante en solitario, el que sólo ama su imagen (Narciso, Platón, Jesús, Buda…); quiere duplicarse, replicarse, pero para ello tiene que negar al otro.

La búsqueda del dios escondido (en el politeísmo), del amor escondido, de la belleza escondida; del discurso escondido y propio.

Los mitos (griegos y demás) como lugar de encuentro, como lugar donde encontrarse; el lugar donde uno se encuentra.

Los amantes irradian luz, claridad, nobleza, belleza, pureza. Los que aman son más puros, y más bellos, más buenos, más verdaderos. Eros es, también, el gran unificador.

Nuestra naturaleza, nuestro ser, nuestra virtud, nos la revela Eros en la naturaleza de lo amado.

En la amistad como en el amor.

En la estructura olímpica, ningún dios representa, o sustituye, a Zeus. Zeus es el lugar del padre; el nudo inefable, sin rostro definido, innombrable; el oculto.

Eros es el pastor, y su función consiste en reunir a los semejantes para que no anden dispersos. Los semejantes se acogen bajo la sombra del dios o dioses que le son propios y propicios. Allí los amantes se encuentran. Hijos de Ares, de Hermes, de Apolo… Zeus los cría, y Eros los junta.

La virtud es un modo, un aspecto de Zeus; un logos, un mensaje-mensajero. Se despliega, se realiza en el sujeto. El sujeto es la expresión de su virtud, el cómo de ese qué. Su virtud le impele, le empuja hacia la fuente propia y la común; hacia su familia, y hacia la gran familia olímpica.

Zeus es el principio fecundador y plasmador. Ningún dios (hijo) le puede suplantar, ocupar su lugar (el lugar del padre). Zeus, como dios, no está definido. Zeus no es Eros, ni Hermes, ni Ares, ni Dioniso…

Hera (la de muchos nombres) es alegoría del grupo, de la comunidad como madre (Hestia es la comunidad como familia). Nadie, salvo Zeus, puede tocarla. En la comunidad, el rey y la reina simbolizan este matrimonio sagrado, la hierogamia. Mitos de trasgresión: Ixión, Edipo, Pasífae…

En el monoteísmo se comete el crimen de Edipo. Se ocupa el lugar del padre. Se identifica al padre con uno de los hijos, generalmente el extático (el caso Jesús en la tradición judeo-cristiana, o Dioniso, en el pseudo-orfismo griego). El resto de los hermanos (dioses) son negados, o singularizados en el adversario. El hijo que ocupa el lugar del padre se convierte en el esposo de la comunidad (Hera, la de muchos nombres), de la reina. El caso de Ixión y Néfele, el falso esposo, la falsa comunidad (ésta como modelo). Zeus no puede ser identificado con ninguno de sus hijos.

Los hijos de Zeus son las constantes caracterológicas o conductuales más persistentes en la comunidad, lo que no cesa. Identificar a Zeus con uno sólo de sus hijos es negar y alienar al resto del grupo; reprimir, castrar a los hermanos. Negar a uno de los dioses es negar a un sector de la comunidad.

Akhnatón, Moisés. La ‘muerte’ del padre Zeus, de Zeus-Amón. El crimen de Edipo. Moisés (y Jesús) como Ixión, su modelo de Hera (de esposa, de comunidad) es una nube, una impostura, una ficción, e híbridos sus hijos.

La cultura politeísta posibilita la génesis de la órbita propia. Los monismos (tradición judeo-cristiano-musulmana, hinduismo, budismo y demás), caso de no coincidir, castran, alienan. Sólo en el seno de culturas politeístas es posible dignificar y conciliar a los diferentes.

No ya la dicha de saberse diferente sino, sencillamente, de saberse; esto es lo que trata de impedir todo monismo, que el sujeto se produzca. La heterodoxia es un fenómeno que sólo puede producirse en el seno de monismos políticos o religiosos (los hijos de Edipo).

La búsqueda del esposo adecuado (Gea-Urano, Rea-Crono, Hera-Zeus). La tragedia erótica, su sentido. Zeus no niega a los hermanos (Hera, Hestia…), sino que los trae a la luz. Hay numerosos pretendientes, pretendientes no convocados. Sólo tienen voluntad de padre, de esposo, de fecundador. Los edipos, los ixiónidas. En el mito de Heracles (la gloria de Hera), éste desanuda (el nudo de Heracles), desciñe el cinturón de Hera para Zeus, la desinhibe. Prepara a la esposa para el esposo. No es él el esposo, no viene como esposo, como fecundador, sino que propone al esposo, a Zeus. Solicita la mano de Hera para Zeus. Zeus, el oculto, que no puede ser nombrado, que no puede ser identificado con ninguno de sus hijos, que ninguno de sus hijos puede pretender ser el rostro exclusivo del padre.

Hay en la raíz de todo monismo un movimiento de rencor hacia los hermanos, hacia los otros. Se quiere dominarlos, doblegarlos, humillarlos; ése es el sueño judeo-cristiano (el sueño-deseo de José). Todo lo otro es singularizado en el adversario. El hijo, un hijo, uno de los hijos o rostros de Zeus, toma el lugar del padre, del esposo, del rey. No hay piedad, ni compasión, en la tradición judeo-cristiana-musulmana (o en el hinduismo, budismo y demás), sino rencor hacia los otros.

La comunidad que traiciona al esposo-rey actúa como Pasífae. Aquí se requiere la intervención de Dédalo, es preciso crear un artificio para que la cópula pueda ser realizada, un disfraz, un simulacro. La esposa se disfraza, simula ser de la misma naturaleza que el impostor. También aquí lo nacido es un ser híbrido.

Por lo que respecta a Europa, en estos momentos se encuentra sin esposo. La joven Europa no quiere saber nada del viejo esposo Ixión y de la esposa Néfele. Del interior y de otros reinos le vienen pretendientes no convocados. Tumultuosos pretendientes que la acosan y perturban la paz del reino.

Ciertamente que Europa necesita un esposo. Mas no un esposo que impida el nacimiento de sus hijos, o que los devore nada más nacer o que, como Procrustes (Procusto), los reduzca a un modelo único.

Muchos son los enemigos de Zeus. Todos quieren ocupar su lugar, el lugar del padre. Todos quieren ser el esposo. La comunidad desposada con Zeus es intocable, ninguno de sus hijos puede pretenderla. Todos están suscritos al padre-esposo-rey. Contra lo ajeno, lo extraño, la monarquía olímpica está provista de mitos antígenos (podríamos decir) que detectan la quimera, se acoplan al modelo de pretensión. Ixión, Edipo, Tifón, Pasífae, Clitemestra, son modelos de trasgresión de la estructura olímpica, de la fórmula olímpica. Estos mitos detectan al pretendiente, al impostor (la pretensión, la impostura); anuncian males.

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