jueves, 25 de noviembre de 2010

Desde Europa (2)

Una de las técnicas de dominio de los monismos es el maniqueísmo, la reducción de la multiplicidad a un ‘uno’, con el que ellos previamente ya se han identificado, al tiempo que convierten todo lo otro en el enemigo, en aquello que debe ser combatido, eliminado.

La contemplación de estas ideologías, su manía de crucificar a toda la comunidad, de reducirla a su signo, a su cruz. Esta contemplación produce dolor. Ciertamente, es al Zeus Olímpico a quien veo crucificar por las calles de la ciudad, y es la madre Hera-Europa, la que clama por la totalidad de sus hijos. Es el mensajero de todo otro discurso, los hijos-hermanos no gratos al siniestro esposo… ellos son los crucificados. La Pasión de Europa.

Desplazar al monismo judeo-cristiano –y su influencia- del centro a la periferia (lejos y fuera), y colocar en el centro de la cultura europea al Zeus olímpico. Cuidado con los ixiónidas (su astucia). Fidelidad de Europa a Zeus. Bodas de Europa y Zeus. Vuelta al lugar del origen. Retorno. Recuperación de Europa.

El encuentro del esposo adecuado en Zeus (y los olímpicos), es perfecto. No se produce una constante sustitución de esposo. Se le tiene como centro sin par, lugar que no puede ocupar otro sino él. Un esposo-padre que no excluye a ninguno de sus hijos, que no se identifica con ellos sino como causa, que no puede ser sustituido por ninguno de ellos (so pena de incesto). El Zeus olímpico templa la ambición de poder de los hijos, de Ares, de Hermes, de Dioniso… La soberanía descansa en un símbolo inefable, sin rostro definido, padre de las diferencias, de las multiplicidades, que no puede ser identificado con ninguna de ellas. La esposa, la diosa de muchos nombres, da a luz a los dioses, las constantes del devenir, lo que no cesa. En los olímpicos, Dioniso, el extático, no viene a ocupar el lugar del padre, sólo quiere ser reconocido como nuevo dios, hijo legítimo de Zeus.

La actitud de Hera (la de muchos nombres). Su reserva y actitud con estos hijos, como el ponerlos a prueba (Heracles, Dioniso). Cuando la comunidad dice sí, y el rey dice no (Penteo, Licurgo…), no reconoce los signos. El viejo rey (Cadmo) y el adivino Tiresias, re-conocen al dios nuevo (y último de los olímpicos). Cuando la reina-comunidad adultera (Pasífae, Clitemestra). Cuando se ambiciona a la reina-madre-comunidad, Ixión y Néfele, la facción, el nacimiento de híbridos. El caso, tardío, del pseudo-orfismo, y su tendencia al monoteísmo.

El misterio erótico, el matrimonio sagrado, la hierogamia. La hermana-esposa, el hermano-esposo. Los hijos, la hermandad, la filia (Hestia). Los límites de la ambición, relaciones prohibidas (Hera, Hestia), figuras y caminos prohibidos; transgresiones, situaciones previas a la trasgresión; si eslabón o cadena, si excepción y vuelta a la norma, si ruptura.

Lo individual y lo colectivo tienen el mismo tratamiento alegórico. La fórmula olímpica y los reinos, los hombres y mujeres del reino, sus relaciones con la comunidad, Hera (y Hestia), con la madre; su respeto a la norma, su grado de hibris, de voluntad de poder; si ambiciona el reino, ser el padre, el esposo, el rey. En los dioses (hijos de Zeus), están cifradas la multiplicidad de la comunidad, de la ciudad, de la Madre. Lo que vale para Zeus, vale para los hijos (no pueden ser sustituidos, cuidado con las imposturas).

La fórmula olímpica presupone a los esposos, no sólo un padre y una madre; es una alianza entre la comunidad (Hera), y el esposo idóneo (Zeus).

En el caso judeo-cristiano, es uno de los hijos (siguiendo el ejemplo de Akhnatón) el que asume el papel de padre-esposo. La alianza entre el pueblo y su dios-padre. Jesús no es más que la encarnación (entiéndase bien) de la idea mosaica del dios-padre, en este caso del esposo. Consecuencia de la ‘muerte’ (asesinato) de Zeus-Amón en el Sinaí y del nacimiento del dios de la tradición judeo-cristiana. La suplantación del padre por uno de sus hijos. La impostura judeo-cristiana, la quimera judeo-cristiana. La fuerte agresión al Zeus total, a la multiplicidad; la hostilidad a las diferencias, a los otros. Hurto de la madre-esposa, la falsa madre en el cristianismo; la madrastra, la esposa-madre Néfele; el falso modelo de comunidad, de madre, de Hera-Europa. María, la falsa madre-comunidad; el esposo, el falso padre-Zeus.

El asesinato del padre (Amón) perpetrado en el Sinaí (aunque ya antes con Akhnatón). No es Moisés el padre asesinado (como pensó Freud), sino el hijo asesino, el que prefigura el modelo del dios monoteísta, y prepara su ‘encarnación’.

El Olimpo está enladrillado por el cielo judeo-cristiano, un cielo lleno de castrados.

El amor judeo-cristiano, la hemiplejia de Eros.

Sólo desde el interior de la estructura olímpica (politeísmo), desde su simbología implícita, y su sentido social y comunitario, es posible ver la actitud judeo-cristiana como una agresión sin precedentes contra la misma. La casta sacerdotal ocupa el lugar del padre, desdiviniza a los hermanos, y los sitúa bajo su poder (el sueño-deseo de José). En el caso de las monarquías cristianas medievales (en Europa), la misma monarquía está subordinada a la casta sacerdotal (a Ixión). El siniestro Padre-esposo, se convierte en la cima, en el centro de la estructura social. Las consecuencias psicológicas y conductuales en la historia de la Europa no pagana, no autóctona, judeo-cristianizada. Castración, alienación, crucifixión de los otros.

Mientras no se solucione el problema ético-religioso (el soporte) de Europa, ésta se verá acosada por pretendientes (ideologías político-religiosas, líderes religiosos extraños). Mientras tanto, el viejo esposo y Néfele-María están al acecho. Prometeo. Solicitar de nuevo la mano de Europa para Zeus, de esto se trata. Retorno al principio, al origen. El hombre Prometeo.

El Dioniso olímpico no se erige en el unigénito, o en el único paradigma posible, en la única posibilidad, en el modelo a imitar por todos, negando así toda diferencia. Con todo, al Dioniso olímpico se le hace nacer prematuro, se le hace terminar su gestación en el muslo de Zeus, es el último en ser aceptado. Dioniso, el extático, acepta su condición de prematuro, de tener que asimilar la comunidad olímpica, de tener que entrañarse en ella, de ser uno más de los rostros de Zeus.

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